"Desayune como un rey, almuerce como un príncipe y cene como un pobre" es una frase atribuida a Adelle Davis, una de las primeras autoras de gran influencia en el campo nutricional a nivel global a mediados del siglo XX, cuya metáfora buscaba explicar las cantidades de alimento que debían ingerirse de acuerdo a cada comida del día para vivir en condiciones adecuadas de salud. Décadas después, la realidad en países como Perú nos muestra que un porcentaje amplio de la población nacional no accede a la alimentación adecuada, en términos de cantidad y calidad, generando consecuencias negativas para su desarrollo a todo nivel, especialmente para la infancia y juventud.
El estado nutricional adecuado de los estudiantes es un componente que se reconoce como un aspecto central para el éxito en los procesos de aprendizaje y desarrollo de sus competencias. Sin embargo, esta problemática que combina alimentación y educación, continúa siendo asignatura pendiente, tal como puede leerse en el último estudio sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), donde se señala que actualmente 16.6 millones de peruanos se encuentran en una situación de inseguridad alimentaria, cantidad superior por medio millón de personas al cálculo realizado para el 2021.
¿Cuál es el contexto de alimentación y educación en el Perú?
En estas circunstancias de alimentación y educación, los más afectados son las niñas, niños y adolescentes.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en el 2021 el 11.5% de la población menor de cinco años ha sufrido cuadros de desnutrición crónica, con mayor incidencia en zonas rurales llegando al 24.4% del total. Esto quiere decir que la niñez se encuentra en un estado de vulnerabilidad física y cognitiva que no les permite desarrollar todo su potencial como individuos y ciudadanos, reproduciendo las desigualdades en un proceso cíclico permanente.
Los efectos negativos de la desnutrición en la primera infancia e infancia, al no ser atendidos como prioridad en las políticas sanitarias y educativas, pueden ser catastróficos a largo plazo, imposibilitando el progreso esperado de las trayectorias educativas y afectando negativamente el desarrollo conductual, sus capacidades y, por consiguiente, su rendimiento escolar. Contar con niñas y niños en perfecto balance de alimentación y educación significará que podrán comunicarse de manera efectiva, así como aprender en entornos educativos con interacciones sanas entre pares y con sus educadores, alejando el fantasma de la deserción escolar motivada por la no satisfacción de sus necesidades fisiológicas básicas, la aparición de enfermedades originadas por el bajo nivel nutricional y los magros resultados a nivel de aprendizajes.
Acciones sobre alimentación y educación en diversos niveles:

Nuestro compromiso es con los niños, niñas y adolescentes, para que encuentren el desarrollo personal, familiar y comunitario que tanto anhelan, promoviendo el acceso a oportunidades que les permitan romper con el círculo de desigualdad y pobreza que actualmente influye negativamente en sus vidas.
El objetivo compartido no debe ser alimentarse como rey, príncipe o pobre, como mencionaba la frase antes citada, sino garantizar que se haga en condiciones de calidad nutricional óptima, asegurando el desarrollo pleno de ciudadanas y ciudadanos en todas y cada una de las facetas de sus vidas.
Escrito por:
Jorge Cabrejos
Coordinador Línea de Educación e Innovación.