Un día sin agua puede representar un verdadero dolor de cabeza. Unas semanas sin agua, como ocurrió por el colapso del sistema de agua y saneamiento en San Juan de Lurigancho, puede generar todo un caos en la ciudad. 40 años sin agua, es toda una vida de resistencia que en este caso les toca sortear a los pobladores de Chato Chico y Chato Grande, del distrito de Cura Mori, en el bajo Piura.
Paradojas de la vida, se trata de 250 familias, cuyo territorio ha sido afectado en reiteradas ocasiones por el fenómeno de El Niño. El agua que lo cubre todo, cuando las lluvias e inundaciones, luego de pasada la emergencia, llega a cuenta gotas a través de un sistema venido a menos por el paso de los años y la falta de mantenimiento.
La lógica dicta que ninguna familia debería continuar viviendo en estas zonas no mitigables, sin embargo, en la práctica “Los Chatos” –como se autodenominan los lugareños- han adoptado sus propios mecanismos de defensa. “Cuando el río crece, ya sabemos que tenemos que tomar a nuestras familias e irnos a las partes altas. Ahí nos quedamos días y esperamos a que el agua baje”, nos cuenta don Andrés Silva Ancajima, presidente de la Junta Administradora de Servicio y Saneamiento de Chato Chico y Chato Grande, en Cura Mori.
[caption id="attachment_27601" align="aligncenter" width="1219"]
Don Andrés Silva Ancajima, preside la Junta Administradora de Servicio y Saneamiento de Chato Chico y Chato Grande.[/caption]
Es difícil comprenderlo, pero Silva argumenta: “En estas tierras tenemos nuestras casas desde nuestros antepasados. Criamos nuestros animales, tenemos nuestros corralitos y los llevamos a pastear por el campo, es nuestra manera de ganarnos la vida. Si nos vamos a otro lugar ya no podríamos sobrevivir”.
Encontrar una respuesta para que estas familias puedan mejorar su calidad de vida se convirtió en un reto. Tras una inspección se constató la existencia de un antiguo pozo que bombea el agua y distribuye a los hogares por gravedad.
Durante dos horas, dejando un día, las amas de casa hacen malabares para juntar el agua en porongos, cunetas, baldes y demás enseres para abastecerse tanto para el consumo, la crianza de animales menores, como para las actividades diarias.
[caption id="attachment_27602" align="aligncenter" width="4160"]
Ana María Coveñas tiene máximo dos horas, dejando un día, para juntar agua para todos los quehaceres de la familia.[/caption]
“Aquí hace mucho calor y a veces no tenemos ni para bañarnos. Con las justas juntamos para la cocina, el lavado. Las criaturas se enferman. Es muy triste no tener agua”, asegura la señora Ana María Coveñas Inga, de Chato Grande, con cierta resignación.
Unidos por el agua
[caption id="attachment_27603" align="aligncenter" width="2992"]
Equipo técnico de voluntarios de Ferrovial[/caption]Tras el fenómeno de El Niño costero 2017, Ayuda en Acción presentó un proyecto a la empresa multinacional Ferrovial, que año tras año, -como parte de su política de responsabilidad social- destina fondos y cede a su personal técnico a través de acciones de voluntariado, para hacer que el derecho al agua se convierta en una realidad en diferentes partes del mundo.
El proyecto: Sistema de abastecimiento de agua y acceso a saneamiento en comunidades afectadas por el fenómeno El Niño costero, a dos años de la emergencia más reciente, ya está en marcha. La alianza con Ferrovial permitirá que esta historia tenga un final feliz. Más de mil pobladores de Chato Chico y Chato Grande, en unos meses más, finalmente gozarán del líquido elemento en sus hogares.
No obstante, a propósito del Día Mundial del Agua, es importante reflexionar que, en el Perú ocho millones de personas carecen de este derecho básico. Se estima que 1 de cada 3 peruanos no cuentan con el servicio de agua potable y sistemas de saneamiento. Si tenemos la suerte de ser favorecidos, es justo replantearnos nuestra relación con este recurso vital. ¿Estamos utilizando el agua en su justa medida? Tomemos unos minutos para responder a conciencia.