Todos los años, la naturaleza nos recuerda que tan vulnerables somos frente a los fenómenos naturales como El Niño costero. Las lluvias intensas, las sequías y las heladas son fenómenos predecibles asociados a la estación climatológica, solo los movimientos sísmicos no se pueden predecir. Aun así, en cualquier circunstancia, se pueden tomar medidas y acciones que reduzcan el impacto negativo en la economía, en la salud y en la población.
Una incidencia que afecta a más del 30% del territorio peruano es el fenómeno de El Niño. En 1982 y 1983 El Niño afectó la costa norte y la sierra sur del país, en 1997 y 1998 afectó a gran parte de la costa, el último fenómeno del 2017, llamado “costero” afectó a todo el litoral peruano y con mayor intensidad a la costa norte del país.
Con el paso de los años, sin embargo, lejos de aprender de la experiencia, el Perú se ha convertido en un país cada vez más vulnerable. El crecimiento poblacional, sin control ni planificación, con construcciones en áreas de cause de quebrada ha contribuido a acrecentar el riesgo de desastre y pérdida de vidas humanas.
La agricultura, es otro sector donde resiente fuertemente el fenómeno de El Niño. En 1982 y 1983, las lluvias intensas llegaron en plena campaña de siembra y cosecha ocasionado pérdidas por US$ 1,000 millones, casi el 7% del PBI de ese año. En tanto, en 1997 y 1998 las pérdidas en infraestructuras alcanzaron los US$3,500 millones.
[caption id="attachment_27608" align="aligncenter" width="960"] El 27 de marzo de 2017, Cura Mori sufrió una de las mayores inundaciones de su historia. El Niño costero.[/caption]
Las cifras de El Niño costero 2017, no son menos espantosas. Según el reporte del Sistema de Información Nacional para la respuesta y Rehabilitación – Sinpad, las lluvias, desbordes, huaicos e inundaciones ocasionaron 231,874 damnificados y 1,129,013 afectados y 143 fallecidos. Colapsaron 25,700 viviendas, 258,545 quedaron afectadas y 23,280 inhabilitadas. La agricultura sufrió la pérdida de 90 mil hectáreas y unas 150 mil quedaron dañadas. “El 30% de los cultivos del país se perdieron”, sostuvo Conveagro.
Los más lamentable es que la mayor parte de los afectados son pequeños productores, la mayoría de ellos con cuentas por pagar al banco y familias humildes del Perú rural. Esta es una de las formas como el fenómeno de El Niño afecta a la economía familiar, local y nacional.
Nuevamente el 2019 nos encuentra desprevenidos por el cambio climático y la intensidad de las lluvias. El reporte de Senamhi menciona un Niño de magnitud leve, sin embargo, el 21 de febrero se encendió la alerta por un posible desborde del río Tumbes, que el 5 de marzo pasó a alerta roja. En igual situación de incertidumbre se encuentran las regiones de La Libertad, Lambayeque y Piura. El 45.1% la población refiere no sentirse segura, según el Barómetro de la Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina.
A dos años del último Niño, la pregunta cae de madura ¿qué hemos hecho para reducir los riesgos y evitar nuevos desastres? Existe un Plan Nacional de Reconstrucción con Cambios, enfocado en la recuperación de infraestructura vial, rehabilitación de carreteras, puentes, descolmatación de ríos, defensa de riveras y habilitación de sistemas de riego, así como brindar viviendas a las familias damnificadas.
Nuestro aporte, sin embargo, como organización miembro de la Red Humanitaria va por el lado de la anticipación al desastre, antes que la reacción. Buscamos empoderar a las autoridades para que incorporen la gestión de riesgos de desastre en los procesos de planificación a nivel sectorial y territorial, y a nivel de la comunidad apostamos por la sensibilización y capacitación. Creemos que la prevención debe marcarnos un horizonte y generar una nueva cultura en el país. Es momento de aprender y sacar lecciones de El Niño que cada vez nos visita con más frecuencia.