Lambayeque. A pesar de que han pasado varios meses desde el último desborde del río La Leche, los albergues siguen siendo el único refugio para miles de familias de la región de Lambayeque. Estas personas, continúan afrontando la falta de agua, el aumento del precio de los alimentos y enfermedades como el dengue o la malaria. Aunque estamos trabajando para reducir las desigualdades en estas zonas afectadas, se requieren mayores esfuerzos, especialmente, para proteger a la infancia, y estar preparados ante futuras inundaciones, ya que son áreas altamente vulnerables.
Lambayeque, el “sueño urbano” de miles de familias
Hace más de 15 años, Juan y su familia no vivían en Lambayeque. En ese tiempo, escucharon que la vida en la costa ofrecía mejores oportunidades para salir adelante. Así que decidieron abandonar su tierra en Cajamarca. “El agua nunca nos faltaba. A veces, pasaban meses que no teníamos ni un sol en el bolsillo, pero no nos faltaba para comer porque criábamos nuestros animales. Cultivábamos nuestras hortalizas y sembrábamos de todo”, recuerda Juan con nostalgia.
Como Juan, muchas familias migraron a distritos como Íllimo, Jayanca, Túcume, Mochumí, Pacora y Motupe. En esas zonas, podían cosechar hasta dos veces al año y obtener mejores precios por sus productos. Además, sus hijos podían acceder a una educación de mayor calidad. Aparentemente, el “sueño urbano” se hacía realidad.
Las alertas empezaron en el 2017
En el 2017, los sueños de las miles de familias de esas zonas quedaron truncos, tras el desborde de los ríos La Leche y Motupe. Pese a ello, tuvieron cuatro días para observar las crecidas de los ríos y ponerse a buen recaudo. En marzo del 2023, la situación no fue así. Lo perdieron, absolutamente, todo. “Parecía que el río se iba a salir lentamente. Todo empezó a las 5 de la tarde, pero una corazonada me dijo que debería salir de mi casa. Veía intranquilos a mis animalitos. Salimos a las 7 de la noche y dos horas después, ya estaba todo inundado”, cuenta un poblador.
Ahora son miles de familias, que lo perdieron prácticamente todo: sus cultivos, su capital, sus sistemas de riesgo, sus pozos de agua, sus casas. Muchas de ellas siguen viviendo en albergues. El agua llega en cisterna cada tres días; y en otros lugares, paradójicamente, tienen, pero no pueden consumirla, ni darle uso para los animales porque tienen niveles altos de arsénico.
Lo único que no han perdido es la esperanza. Les preocupa el bienestar de sus hijos e hijas. “Cuando fue el fenómeno, tuvimos que encargar a nuestros hijos a algún vecino o cocidos del pueblo. De lo contrario, simplemente, no había forma de que vayan a estudiar”, añade.
Albergues en Lambayeque afrontan duras circunstancias
La familia de Juan es una de las que será parte del 30% de pobreza que se proyecta en el país para cerrar el 2023. La pobreza impacta y agrava otros problemas, también preocupantes. Uno de ellos, los altos índices de embarazo adolescente, la falta de agua, los altos precios de insumos agropecuarios, la poca tecnificación. Enfermedades endémicas, como el dengue y la malaria, ya están infectado a pobladores en la zona.
Frente a ello, desde la cooperación internacional, a la que se suma la Fundación Ayuda en Acción, hay esfuerzos por atender a la población en agua segura y saneamiento, implementar kits de higiene y reparar algunos sistemas de riego, para que más de 25 mil familias puedan vivir mejor. Pero, también somos conscientes que no es suficiente. Es urgente que, desde los diferentes niveles de gobierno, haya una atención prioritaria, principalmente, para que las niñas y niños sean los menos afectados, y estar preparados ante un nuevo fenómeno climatológico.
Por:
José David Bardales, coordinador de Protección de la infancia y la juventud